¿Basta con los libros de texto?

tortugas

Aunque yo soy de Valencia y vivo en Valencia, durante ocho años he estado viviendo en Benidorm, uno de los municipios turísticos por excelencia y, esto es una opinión muy personal, uno de los lugares más alegres para vivir. Conservo amigos, familia y muchos buenos momentos en Benidorm; y por eso sigo de cerca su actualidad diaria. Por eso me he enterado que ayer soltaron tres ejemplares de tortugas bobas en la playa de Poniente, ante la mirada de alegría que véis en la foto de algunos alumnos de primaria y secundaria de la ciudad. Y esto me sirve de pretexto para lanzaros una idea: aquello que aprendemos a través de una emoción intensa se nos queda más anclado a largo plazo que aquello que aprendemos con emoción neutra. Quizá esto lo hayáis oído ya, puesto que está avanzando con mucha fuerza la llamada neuroeducación (es decir, la neurociencia al servicio de la mejora de la educación), que se encarga de incidir en esta idea. Pero yo voy a tratar de explicar aquí porqué es importante aprender a través de la emoción. Todo es mucho más físico, más biológico de lo que nos creemos.

La emoción anida en una de nuestras capas más institivas del cerebro: el sistema límbico. Este sistema está directamente relacionado con nuestra supervivencia. Aquello que pasa por la emoción, nuestro cerebro considera que puede ser útil algún día para nuestra supervivencia y por eso almacena esa información a largo plazo. Por ejemplo, si voy por la calle y alguien me saca una navaja para atracarme, muy probablemente, durante mucho tiempo o incluso de por vida, mantendré ese miedo cuando vea una navaja u otro objeto parecido. Porque mi cerebro ha almacenado esa información como útil para mi supervivencia.

¿Y qué tiene que ver todo esto con las tortugas de Benidorm? Si yo enseño a los niños que hay que cuidar el entorno y el medio ambiente, si yo explico cómo son las tortugas, cuánto viven, qué comen, cómo se reproducen a unos niños que se encuentran en una fuerte emoción de alegría porque están viendo e incluso tocando unas tortugas, esos niños van a almacenar esa información a largo plazo. Todos nos acordamos de algún profesor especial en nuestra niñez. Seguramente, era el profesor que nos hacían sentir emociones. Y eso no está en los libros de texto, ni depende de la asignatura. Está en la capacidad de hacer vivir experiencias a los niños. Ni cien libros de texto igualarían lo que ayer vivieron aquellos niños en la playa. Y, si hiciéramos el experimento, me apuesto una paella a que dentro de diez años recordarán el día de ayer. Quizá no todas las explicaciones. Pero sí recordarán cómo se sintieron y los conceptos generales de la experiencia estarán anclados en ellos.

Lo que nos lleva a pensar que llevar a los niños a vivir experiencias fuera del aula o de su casa y aprovecharlas para inculcar valores y conocimientos, hará que nuestros hijos no sólo lo pasen bien, sino que hará que aprendan más y mejor.

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